Me despierto dandole la cara a la ventana, el cielo es gris y la ventana está sucia, dejo pasar algunos segundos en los que creo escuchar el sonido de un rio, el rio de segundos que gotean, esa pequeña fuga en mi cisterna de tiempo, esa fuga que se agrava a menudo y que parece ceder, se hace grandota y se hace chiquita.
Alargo el brazo y volteo hacia mi el reloj, son las seis y media de la mañana, la calle está silenciosa todavía, me volteo sobre mi costilla rota y rapidamente giro al contrario, voy cayendo lentamente otra vez en el sueño. Una gota de agua cae del grifo del lavamanos tambien, lo que creía sueño era una especie de adormecimiento laxo, una especie de ensoñación que de repente se iba poblando de piel desnuda, espaldas, torsos, piernas, nalgas, senos de distintos tamaños.
La gota cae.
La ensoñación sigue, ahora menos espontánea que antes, la dirijo por algunos lugares, me detengo por momentos acá, sigo, me detengo, paseo de lo mas jovial. Pero la fuga sigue y ya debería estar debajo de la ducha.
Me levanto todavía con ardor en los ojos, ahora se escucha gente caminando afuera. busco la toalla, las chancletas, entro al baño y dejo correr el agua tibia sobre mi cabeza, sobre mi nuca, sobre la tripa hinchada. Ensoñación.
Salgo y veo el reloj nuevamente, diez minutos de atraso, debo reponer el tiempo: me decido rápidamente por una t-shirt y mi jean favorito, no me afeito, dos rodajas de pan integral con jalea de fresa y una taza de té con leche.
Salgo a tiempo.
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