La luna entra por la ventana
recortada por hojas de naranjo y azahares
oigo un ave que gorjea
algo que entiendo
como una premonición.
Van a ser las doce
la ciudad ronronea
como en un sueño oscuro y agitado,
las sirenas aullan,
se oyen disparos,
roncos lamentos industriales,
motores que diseccionan
la caliente gel del sueño,
dejando luego en silencio
dos mitades frias que tiemblan.
La hora es extraña,
jirones haraposos de una realidad
que llega a sobresaltarme,
Me auxilio de frases,
de un poco de sentido común,
no existe una amenaza latente
aparentemente,
aunque
las puertas y las ventanas están cerradas.
Oscuras poluciones
de un sueño post urbano y fragmentario.
Nadando boca arriba en el mar del sueño
giro sobre un eje
hasta ahogarme
como un tronco a la deriva.
Éste sueño del que ya no soy totalmente dueño
me pertenece totalmente
y me devuelve a la misma zozobra de sirenas
ruinas y crimen.
Crapillo, mayo 2,009.
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