jueves, mayo 28, 2009

pasavento

Un calor bárbaro, luego la modorra, un sentirse incómodo en cualquier lado. Algunas cosas todavía son lindas, las flores apostadas en un espacio arbolado en medio de un pequeño bulevar, unos girasoles tan encendidos como el mejor amarillo de van gogh; la textura de esa pared de un blanco terroso con un cubresuelos tan verde como el mejor verde de lorca y la corteza rijosa de tres eucaliptos. Todavia es bello oir como se desprende una naranja y cae el patio y no veo el naranjal pero lo he visto todos los días durante tres meses, imagino las naranjas suaves, quizás las naranjas de lorca de nuevo o las de matisse, kubrick asoma pero se retira luego.
El calor. De eso se trataba. Respiro el calor, salgo, llego, espero, regreso, vuelvo a salir, llego, espero, espero, regreso y me descalzo. Mis pies rojos. La pasta de este libro rojo. Creo que tengo nausea de música, nada me sienta bien. El libro rojo de lennin, desvarío. El libro rojo a mi costado boca abajo como yo. "Entré en una breve ensoñación y casi palpé una especie de sentimiento de bella infelicidad, un estado de ánimo al que yo aspiraba". Era dottore pasavento.

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Roberto Bolaño - Los perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás...