Bajo por estas gradas desdentadas, por estos escalones graníticos que seguramente tienen décadas de estar acá. Los zapatos han ido gastándolas, dándoles brillo y una ligera concavidad en el centro. En las orillas se deposita un sedimento tan añejo que a nadie se le ocurre ya la idea de quitarlo.
Bajo por esas viajas escaleras y voy sintiendo el aroma de la calle. Llovió esta madrugada, oía el sonido de la lluvia en los techos cercanos, en las múltiples gargantas y orificios que surcan las paredes de la casa. Es rico despertarse y no tener ni puta idea de qué hora es, oír que llueve afuera y poder seguir durmiendo con esa sensación tibia y efervescente de caer plácidamente en el sueño. Desperté nuevamente a las seis y media. Una llovizna finita caía todavía, una chica caminaba hacia la tienda bajo un paraguas negro y nada más. Seguí la sombrilla de regreso hasta que desapareció en la esquina. Motores a lo lejos. Mis pies se enfriaban. Vejiga matinal. Saludo a la matina. Miré mi rostro por primera vez en el día, nada diferente a ayer, la cabellera empieza a preocuparme. Rostro picassiano de haz y envés. Descargué el ánfora en ese inodoro sin tapadera, nuevamente manchas de sarro oscuro. Mis pies nudosos y amoratados. Veintiséis, veintisiete, veintiocho... treinta y seis.La cama se había enfriado, poco a poco a poco a poco mi cuerpo calentó nuevamente las sábanas que todavía olían a sueño. Veía al techo en sepulcral posición faraónica, manos cruzadas sobre el pecho. Pensaba cosas que tocaban el sueño, un viento enrarecido soplaba desde la ensoñación mis matutinos pensamientos. Las puertas vecinas empezaban a abrirse y a cerrarse, llaves entraban y salían, motores arrancaban. No había voces. Soledad.
Bajo por esos escalones carcomidos y un olor puro me inunda de repente. La tierra mojada es limpia. El aroma barre los humores fatuos del sueño. Voy bajando y escucho el sonido lijoso de mis suelas, mordiscos nanométricos a la concavidad, a cada paso, a la concavidad, a cada paso... abrasión.
Cielo nublado pero permeable, la luz va encontrando su camino. Los yuyos empiezan a salir, pequeños filamentos verdosos coronados de minúsculas hojas; gotas inverosímiles aferradas a otras hojas más grandes, tiemblan, se alargan, se retraen, se alargan, caen. Hojas, flores, insectos, plástico ahogado a la orilla de la calle, alguien se da cuenta y va por una escoba.
La tierra mojada despide ese olor a ... tierra mojada. Aspiro: té, tierra mojada y tabaco. El tabaco es el de mi ropa, el té es el de mi memoria. Voy por un cartón de leche mordiendo la concavidad del asfalto. Leche para el té de la memoria. La leche también huele a leche, el té huele a té y a cosas guardadas. Las monedas tintinean en mi bolsillo. Los autos que pasan van despacio, la gente que ha salido habla bajito, la fina lluvia cae, y yo regreso tocando las monedas dentro de mi bolsillo. El silicio de la tristeza mordiendo nuevamente la concavidad. Saco la llave que meto cuidadosamente, no quiero ser yo quien irrumpa esta quietud. Cierro con sigilo. Me acerco a la ventana a ver mis pasos andando todavía, a mis suelas que crujen como cortezas crocantes de pan. Té con leche.
El periodiquero no anuncia su pan amargo, la fresca tinta negra. Bajo nuevamente a través de la concavidad, comiendo con mis pies. Busco calderilla con mi mano izquierda, las monedas cambian de oscuridad. Los dedos ven. La piel mira, reconoce, repele, se enamora. Debería hacer una llamada telefónica, mis dedos curiosean entre monedas, la piel busca otra piel, la íntima interacción cutánea. Demasiado temprano para el inicio de la cadena de interacción. La tetera hierve, trece gradas, dejo el diario en la mesa, apago la hornilla y el vapor sube apurado a condensarse en esa nata grisácea allá arriba.
Bodhidharma, Los vagabundos del té. Confirmo el sabor de la infusión, la temperatura, el dulzor. Apruebo, autorizo la leche, autorizo, el pan tostado de piel morena e interior suave y caliente. Debo hacer una llamada telefónica.
Infraestructura destruida por tormenta. Volteo a ver hacia la ventana, el cielo amenaza. El precio del gas. El estado se desploma como el cielo, como puentes y escuelas. Té con leche y pan con strawberry jam. Congreso, PNC, Presidios, Oriente Medio. Mierda, me empiezo a hundir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario