martes, agosto 14, 2007

el azar de los recuerdos


Veía en la televisión hace un buen rato (no sé por que lo recordé) que un tipo de unos cuarenta y tantos, debido a alguna enfermedad degenerativa o a alguna adicción, que sé yo, había perdido paulatinamente el sentido del olfato, cayendo, luego de perderlo totalmente, en un estado de depresión bastante fuerte. El motivo era que no podía recordar los olores, el olor de la lluvia no podía traerle a la mente el recuerdo de otras lluvias de manera casi inmediata como sucede con cualquier persona con una buena salud respiratoria; su chica se iba temprano de su cama y cualquier tipo de ternura de esas que se rumian al sentir la huella del olor de una larga cabellera fragante, al ya estar solo, se había ido con la imágen de ella. Iba perdiendo su pasado al perder ese tipo de conexiones espontáneas que se hacen entre las sensaciones, ahora mismo estoy sintiendo olor a fritura caliente y en mi cabeza una rueda de Chicago gira por encima de cuartuchos iluminados con lamparas alargadas de luz muy blanca que cae sobre rostros graves que contrastan con gente que ríe y come y camina.
Hay veces que cosas perdidas no regresan si no es por este tipo de "conexiones espontáneas", un sueño que habría quedado irremediablemente en el olvido si no fueras porque durante el día hubo algún elemento, una imágen, una frase, un sonido, un olor que repentinamente nos lo devuelve haciendonos detenernos a pensar un momento en ello.
El azar me devuelve a libros o a canciones o a lugares o a pensamientos; de esa manera me reencontré con Chico César, postearé algo de él muy pronto.

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En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás...