domingo, abril 18, 2010

Bodegón


Empiezo a vaciarme cuando te veo ir,
cuando le pagás al chofer
y luego me mirás,
mientras a un tiempo
te sentás y moves la mano
diciendome adiós.
Yo siento como si
tus dedos revolvieran mis visceras
hasta enredarlas.
El almibar en el que nadaba mi corazón
hacía un rato solamente,
empieza a gotear,
ahora como un ácido,
por una fisura en mi costado.

Quisiera sentarme en la banqueta
despedirme en silencio de vos,
ver como tu bus se pierde calle abajo,
pero echo a andar
a esperar el mío.

Camino un poco y veo caras:
grandes rocas redondeadas,
bloques grises de angulos filosos,
torsos de batracios,
rugosas cortezas;
quizás la mía no sea distinta a esta hora,
en este instante
en el que debo cruzar
este raudo caudal de autos,
con mi tristeza hecha bochorno.
Con otro talante sería mas facil,
pero esta tarde que empieza a hacerse noche
tengo el rostro inundado de tu olor,
mi ropa, mis manos,
mis dedos,
cuando de regreso a casa encuentre
sobre la mesa de noche
las semillas de la mandarina que comías,
las de melón,
cuando me acueste
y tu perfume esté tibio todavía.

Crapillo

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